viernes, 13 de febrero de 2009

LUNA ROJA







Luna, luna. Luna hermosa de domingo. Hoy te dibujaste caprichosa sobre las olas de este mar, este mar que es mío y de nadie más. Eres el retrato perfecto de mi sentir. Brillas hoy, como brillo por dentro, como me brilla el corazón, la voz, las manos y la mirada. Como brilla todo lo nuevo, todo lo que renace, todo lo que se reagrupa luego del azote de los vientos y las tempestades. Te vestiste de rojo, rojo sangre, y salpicas a esta noche hermosa con el toque preciso de pasión y de besos. El ambiente sabe a luna roja, a besos que sangran los labios, a miradas de cazador y cazado, a cuerpos que se aprietan bajo la ardiente capa de luz roja con la que bañas los amores y a los enamorados.

Luna, luna roja. Siempre has estado presente, siempre has sido testigo y compañera de mis peores pecados y mis mejores momentos. ¿Cuántas noches hemos pasado juntos tú y yo, cómplices del desenfreno real o virtual de una mente tan loca como la de quien escribe? ¿Cuántas historias mías podrías contarle al mar, historias sobre lágrimas, sobre risas, sobre besos, sobre abrazos y sobre amores? Tú eres quien cuenta las olas que llegan agonizantes a la arena, tú eres quién escucha el clamor del mar cuando embravecido revientas su fuerza contra la costa, tú eres quien lo calma y lo apacigua cuando se pone el traje gris para dejar mudo al cielo con su fuerza estridente con la que desata las tormentas.

Hoy saliste a enamorar a los mirones vestida de rojo. Como si anticiparas una noche loca, una noche única, una noche salpicada de sangre, la sangre del deseo, de la ardiente ira de los que amamos sin medida.

Luna, Luna roja. Tú la miras a ella, y la miras mirarte. Cuéntale al óido sobre mi, dile que en esta costa habita el dueño del mar, el dueño del mar que anda buscando entre la arena el grano perfecto, el ideal, el que encaja por completo con él y su corazón irreverente, blindado a fuerza de decepciones, pero que guarda la esperanza justa para hallarla a ella, la que ha de tomar posesión de sus mares y sus mareas. La que conserve la dignidad de una princesa, la que le apueste a ser feliz amando y siendo amada. La que precise una mirada profunda, unos labios cálidos, unas manos suaves, el corazón de un guerrero dispuesto a amarla hasta volverla loca de amor. Dile que hay espacio a mi lado, que en mi cama cabemos dos, que en mis sueños cabe ella, que mis brazos alcanzan para abrazarla y hacerla sentir segura, hacerla sentir en casa. Que estos labios no claudicarán de besarla tanto como sea posible, de nombrarla y de orar por ella.

Luna, luna roja. Arráncame los besos viejos del rostro, las caricias pasadas de mi piel, las miradas esperanzadas de los ojos. Regálame una estrella y yo le haré el amor y la convertiré en princesa

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